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ORIGEN DEL CULTO A LA VIRGEN EN LA SANTA CUEVA
La historia primitiva nada nos ha dejado escrito acerca de los comienzos del culto a la Virgen María en la Cueva de Covadonga. Las noticias que de aquella época tenemos son necesarias buscarlas en la tradición, y ésta se refiere a que un ermitaño ya veneraba una imagen de la Virgen en la Cueva antes de la llegada de Pelayo.
En cierta ocasión Pelayo, refugiado con otros cristianos en aquellas montañas, entró en la Cueva persiguiendo a un malhechor. El ermitaño rogó a Pelayo que lo perdonara, puesto que se había acogido a la protección de la Virgen, y que llegaría también el día en que él tendría necesidad de buscar en la Cueva el amparo y ayuda de Nuestra Señora.
Algunos historiadores creen que Pelayo y los cristianos, en la huída hacia las montañas, llevarían consigo alguna imagen de la Virgen que colocaron en la Cueva para implorar su protección, o que la pondrían allí después de la victoria obtenida, a fin de darle culto en memoria y gratitud por el triunfo obtenido gracias a su mediación.
Cuando se habla de Covadonga en las Crónicas árabes afirman que en esta Cueva las mermadas fuerzas de Pelayo encontraron refugio, alimentándose de la miel que las abejas habían producido en las colmenas construidas en las hendiduras de las rocas.
Ante la Santa Cueva se libró la Batalla de Covadonga, que vendría a ser una de “las primeras piedras de la Europa cristiana”. Las palabras recogidas en la crónica real de Alfonso III ponen en boca de Pelayo esta afirmación: “Nuestra esperanza está en Cristo y de este pequeño monte saldrá la salvación de España”.
La primera capilla que se construye en la Cueva de Covadonga fue edificada por Alfonso I, esposo de Ermesinda (hija de D. Pelayo y hermana de Favila), en el año 740. Más tarde se construyó una iglesia recubierta por una estructura o entramado de madera que era conocida como el Milagro de Covadonga, porque sus vigas estaban incrustadas en la roca que parecía un milagro que no se cayese. En ella fueron erigidos tres altares, uno dedicado a la Santísima Virgen, en el misterio de su Natividad; otro a San Juan Bautista y un tercero a San Andrés.
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PRIMERA IGLESIA Y MONASTERIO
El rey Alfonso I y su esposa Ermesinda, construyeron la primera capilla e iglesia, en ella fueron erigidos tres altares, dedicados uno a la Santísima Virgen, en el misterio de su Natividad, otro a San Juan Bautista y el tercero a San Andrés. Además, con el fin de que se tributara un culto continuo a la Madre de Dios, fundaron dichos monarcas un monasterio. La escritura de fundación expone cómo hace entrega de la iglesia a los monjes benedictinos y enumera la lista de donaciones de objetos para el culto y privilegios. La firman el Rey, la Reina, tres obispos, dos abades y algunos caballeros y es el mismo monarca quien ordena trasladar, desde el Monsacro, una imagen de Nuestra Señora.
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LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE COVADONGA Y SU HISTORIA
No conocemos como fue la primitiva imagen de la Virgen que D. Pelayo se encontró en la Santa Cueva, se supone que era de estilo románico, muy tosca y con el Niño Jesús en la parte central de la talla. Siglos más tarde, cuando por expreso encargo del rey Felipe II llega al Santuario el clérigo e historiador Ambrosio de Morales, en su denominado Viage Santo, nos da cuenta de que la imagen de la Virgen ya es otra “de obra nueva y bien hecha”. Esta nueva talla, de gran belleza y serenidad, se encontraba sedente en su trono y en la parte izquierda de su regazo portaba a su criatura, que llevaba en la mano izquierda la esfera del mundo y levantaba la otra mano con gesto de bendición.
Una copia de esta figura fue llevada a la iglesia de Cillaperlata, pequeña localidad situada al norte de Burgos donde todavía hoy se conserva. Lo más probable es que su llegada hasta ese lugar fuera motivada a que durante varios siglos el Santuario de Covadonga estuvo regido por monjes agustinos, comunidad que tenía en propiedad un monasterio cerca de esta aldea.
La imagen de la Virgen de Covadonga permaneció en la Cueva hasta que fue destruida por un incendio el 17 de octubre de 1777. La actual imagen de la Virgen fue donada en 1778 por el Cabildo de la Catedral de Oviedo, que envió además otros objetos de culto al arruinado Santuario. La nueva imagen ya no es sedente, como la anterior, sino erguida y con Jesús en el brazo izquierdo. La rosa de oro en su mano, y la base actual con sus ángeles son ofrenda de la Institución Teresiana.
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COVADONGA EN LOS S. XVI Y XVII
Tras varios siglos, en los que apenas existen documentos que hagan mención a Covadonga, el Rey Felipe II envió recorrer los Reinos de León, Galicia y Principado de Asturias, al clérigo e historiador Ambrosio de Morales, quien realiza una detallada descripción de las reliquias de Santos, Sepulcros Reales y libros manuscritos de las Catedrales y Monasterios, acompañadas de notas sobre la vida del autor. Entre los monasterios que cita está el de Covadonga y da cuenta de su estado.
Llegó Morales a Covadonga en el año 1572 y, en su interesante obra Viage Santo describe cómo se hallaba en aquella fecha la Santa Cueva y la Capilla construida en su interior.
Dice así:
“Para hacer la iglesia en la misma Cueva, porque el suelo era muy pequeño, encajaron en la peña vigas, cavando agujeros, los cuales vuelan tanto, sin ningún sostenimiento, que parece milagro no caerse el edificio, y de esto tiene temor quien mira de abajo. Quedó así el suelo parte de la peña y parte de esta madera, para hacer una iglesia más larga, no toda tuvo altura bastante, y hay covachas y otras entradillas, que no quisieron picar, a lo que yo creo, por dejar lo más que se pudiera de lo natural. Hay forma de Capilla mayor con un arco labrado de piedra, y otro al lado, que parece hacer nave; mas todo tan pequeño, que estando el sacerdote y el ministro en la Misa, no cabe ya más nadie dentro de lo que es la Capilla. Anchura tiene la iglesia, aunque desigual, y no conforme nada con el lado contrario, que es el de la madera; y porque si el coro estuviera abajo, ocupara mucho allá arriba lo repartieron bien con otro altar, porque que alcanza mal el abajo. Con esto hay en la iglesia Capilla mayor, con laterales, coro y algo a la manera de crucero. Esta iglesia dicen que la labró el Rey D. Alfonso el Casto che Alfonso I) de la manera que ahora está, y que así dura desde entonces milagrosamente sin pudrirse la madera. Dios más que esto puede hacer; mas yo veo manifiestas señales en todo de obra nueva, y no del tiempo de aquel rey. En el altar mayor está una imagen de Nuestra Señora, de obra bien hecha. Con esta imagen se tiene gran devoción en esta tierra, y se hacen en ella grandes romerías, y hay gran concurso el día de Nuestra Señora de septiembre y por ello se llama el Monasterio de Santa María de Covadonga. En el altar está siempre una cruz harto grande, de plata”.
Ya bajo el pontificado del Obispo Diego Aponte de Quiñones (1585-1599), se construye la Colegiata de San Fernando que, a día de hoy, es el edificio más antiguo de los que se conservan en el Real Sitio. Esta construcción, de planta rectangular, cuenta con un claustro interior que se distribuye sobre un patio central. Dentro alberga una iglesia con bóveda de crucería y coro. La torre cuadrada que se alza en una de sus esquinas es de época posterior (1684). La Colegiata de San Fernando se levanta sobre el solar de un primer monasterio, como nos dan a entender los sepulcros románicos que se conservan en su claustro. Pertenecen a primitivos enterramientos abaciales del siglo XII y flanquean la entrada a un cementerio donde están enterrados algunos abades, canónigos y Pedro José Pidal y Món, primer Marqués de Villaviciosa.
Desde el claustro de la Colegiata de San Fernando se accedía a la Cueva antes de construirse el túnel de acceso y las denominadas escaleras del perdón o de las promesas. Una parte del edificio, el destinado a hospedería, durante algún tiempo fue conocido como la “Casa de las Novenas”.
Dentro de la iglesia de la Colegiata destaca un retablo barroco procedente del Monasterio de Santa María de Valdedios en el que se venera una bella imagen de madera y alabastro, obra de José Capuz, y un pequeño órgano transportable o realejo, del siglo XVIII.
Felipe IV fue el gran impulsador de Covadonga al facilitar el paso del Cabildo regular a secular, aumentando la dotación y elevando el número de los capitulares. Para ello se construyeron once casas como lugar de vivienda para seis canónigos y cinco beneficiados y un albergue de peregrinos.
Durante el reinado de Carlos II se construyeron las escaleras de acceso a la Santa Cueva desde el claustro de la Colegiata y en el de Felipe V se agregaron al Santuario las rentas de la antigua abadía de Viñón.
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INCENDIO EN LA IGLESIA DE LA SANTA CUEVA
SEGÚN EL INVENTARIO DE 1676, SIENDO OBISPO ALFONSO ANTONIO DE SAN MARTÍN, LA SITUACIÓN DE LA SANTA CUEVA ERA DE LA MANERA SIGUIENTE: “EL TEMPLO DE SANTA MARÍA TIENE ALTAR Y RETABLO DE CUATRO COLUMNAS, ENTORCHADOS A LOS LADOS EN QUE ESTÁ LA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA EN SU CAJA SOBRE UN TRONO DE BULTO DE MADERA, ESTOFADO DE PLATA CON SU MEDIA LUNA DEL MISMO GÉNERO Y PINTURA CON LÁMPARAS DE PLATA SIEMPRE ARDIENDO, ESTRECHADO CORO DE TRECE SILLAS Y EN LA CAJONERÍA RICAS ALHAJAS Y PRIMOROSOS ORNAMENTOS”.
Entre las alhajas se cuentan cuatro lámparas de plata, una de ellas regalo de Carlos II; dos Cálices donados por Felipe II; un viril guarnecido de rubíes, diamantes y esmeraldas, por Felipe IV; un magnífico terno de tisú de oro, de la casa de los Duques de Gandía, que había servido en el oratorio de San Francisco de Borja. Tal era el estado de la Santa Cueva cuando un incendio la redujo a cenizas, pereciendo entre las llamas la imagen de la Virgen y todas las riquezas que eran muchas, en materia de joyas y ornamentos sagrados.
Nicolás de Campomanes, Abad de Covadonga informó a la Corte de la situación en la que se encontraba el Santuario. Al enterarse el Rey Carlos III, movido por el Conde de Campomanes, ordenó se levantara un nuevo templo monumental. Encargó para ello a su arquitecto de cámara, Ventura Rodríguez, que “pasase por Covadonga y levantase la planta de un edificio correspondiente a la celebridad del Santuario”.
Se hizo el presupuesto del proyecto que ascendía a la cantidad de catorce millones de reales y el Rey dio permiso para realizar una cuestación en toda España con el fin de recaudar esa cantidad. Las obras se iniciaron en el mes de mayo de 1781, siendo encargado de la supervisión el arquitecto Manuel Reguera; sin embargo, debido a la oposición del Cabildo “por ocultar la hermosura silvestre de la Cueva” y al elevado coste del mismo, hizo que tal proyecto no pasase de los cimientos que son los que actualmente se encuentran al pie de la Cueva, canalizando el río Deva.
Tras el incendio del año 1777, un año más tarde el Cabildo de la Catedral de Oviedo dona la imagen de la imagen de la Virgen actual y los oficios religiosos pasan a celebrarse en la Iglesia de la Colegiata de San Fernando.
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CONSTRUCCIÓN DE LA BASÍLICA
COMENZARON LAS OBRAS EL 22 DE JULIO DE 1877, AL ENCENDER SU MAJESTAD EL REY ALFONSO XII EL PRIMER BARRENO PARA DESMONTAR EL CERRO DEL CUETO, LUGAR EN EL QUE HOY SE UBICA LA BASÍLICA Y QUE HUBO QUE ALLANAR PARA PODER COMENZAR LOS TRABAJOS DE CONSTRUCCIÓN.
Para el emplazamiento del templo monumental que se proyectaba se eligió el cerro situado entre el Monte Auseva y el Monte Ginés. El primer proyecto se debió a Roberto Frasinelli, también conocido como “Alemán de Corao” por ser oriundo de ese país y asentarse en esa pequeña localidad perteneciente al concejo de Cangas de Onís.
El 11 de noviembre del mismo año el Obispo Sanz y Forés bendijo y colocó la primera piedra del templo. Él y el canónigo del Santuario don Máximo de la Vega fueron los principales artífices de la construcción. Encargaron el proyecto a Roberto Frassinelli aunque, en 1881, cuando sólo se llevaba construida la cripta las obras se detuvieron debido al traslado del prelado a la sede vallisoletana. El obispo que le sucedió, Espinosa de los Monteros, dada la situación económica en la que se encontraba la diócesis, paralizó las obras y no se retomaron hasta 1884, gracias a la llegada de un nuevo obispo, Fray Ramón Martínez Vigil quien culminó el proyecto definitivo, que se debió al arquitecto Federico Aparici y Soriano.
La empresa no era fácil dado que el nuevo arquitecto se encontraba sin plano alguno y apenas se conocían unos dibujos realizados por Frassinelli. El 15 de noviembre de 1891 inauguró el Obispo Martínez Vigil la cripta del templo. Al mismo tiempo que realizaban las obras del templo, se construyó la casa abacial, con la sala capitular, archivo, biblioteca y otros inmuebles. También dieron comienzo, por estas fechas, las obras de construcción del “Hotel Pelayo”.
El 28 de abril de 1886 se colocó la primera piedra con la que arrancaba a levantarse el templo sobre la cripta, desde entonces las obras continuaron sin interrupción alguna.
El presupuesto del templo ascendió a la cantidad de 1.226.120 Ptas. Por fin, después de veinticuatro años, el 7 de septiembre de 1901, el Obispo Martínez Vigil lo vio terminado y fue elevado a la categoría de Basílica menor por el Papa León XIII. Era Abad de Covadonga Nemesio de Barinaga, anteriormente párroco de Pola de Siero.
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COVADONGA AL INICIO DEL S.XX
A comienzos del siglo XX el Santuario de Covadonga experimenta una actividad enriquecedora en cuanto a nivel histórico, religioso y de valoración de la naturaleza.
En 1908 se inaugura la línea del tranvía a vapor “Arriondas-Covadonga”. Al año siguiente se abre el Gran Hotel Pelayo, construido también según los planos de Federico Aparici.
En 1918 se conmemoró el XII aniversario de la Batalla de Covadonga y se coronó canónicamente a la imagen de la Virgen y del Niños Jesús. Para estos actos se compuso el himno Bendita la Reina, con letra del padre Restituto del Valle y música de Ignacio Busca Sagastizábal; También se creó el primer Parque Nacional de España, el de la Montaña de Covadonga, hoy Parque Nacional de los Picos de Europa que hizo que se tuvieran nuevos criterios de valoración de la naturaleza e incrementó el fenómeno social del turismo.
También comenzó a publicarse la revista Covadonga, órgano oficial del Cabildo cuyo primer ejemplar salió a la luz el 15 de junio de 1922, aunque con anterioridad ya se habían publicado algunos números extraordinarios en los años 1917 y 1918.
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LA CORONACIÓN CANÓNICA DE LA VIRGEN DE COVADONGA EN 1918
El 8 de septiembre de 1918 fueron coronadas canónicamente las imágenes de la Virgen de Covadonga y del Niño Jesús. El entonces Obispo de Oviedo, Mons. Javier Baztán y Urniza, había solicitado del Papa Benedicto XV esta gracia, así como la concesión de un Jubileo extraordinario, extensivo a los meses comprendidos entre marzo y octubre de ese año, en el que se conmemoraba, además, el duodécimo centenario de la batalla de Covadonga.
La ceremonia de coronación fue presidida por el cardenal asturiano, Victoriano Guisasola y Menéndez, Arzobispo de Toledo, en presencia de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, del Príncipe de Asturias, del Gobierno de España y de autoridades locales. El sermón fue pronunciado por el Obispo de Plasencia, Mons. Ángel Regueras y López. Finalizado el acto, las imágenes coronadas de la Virgen y del Niño fueron conducidas en procesión desde la explanada de la basílica hasta la Santa Cueva. Tal y como narran las crónicas, fue coronada también la imagen del Niño.
Por este motivo, el año 2017 la Santa Sede concedió celebrar en el Santuario de Covadonga un Año Jubilar Mariano en el que se conmemoraran los cien años de esta efeméride y la gracia de la indulgencia a cuantos peregrinen a Covadonga y cumplan los requisitos establecidos para alcanzar el perdón y el don de una vida nueva en Cristo. La apertura del Año Jubilar corrió a cargo del Presidente de la Conferencia Episcopal, Mons. Ricardo Blázquez, en la ceremonia religiosa del 8 de septiembre de 2017 y fue clausurado el mismo día del año 2018 por el Arzobispo de Oviedo, D. Jesús Sanz Montes, en presencia de Sus Majestades los Reyes de España y de sus hijas la Princesa Leonor y la Infanta Sofía.
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EL EXILIO DE LA IMAGEN DE LA SANTINA
LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE COVADONGA, DURANTE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA DESAPARECIÓ DE LA SANTA CUEVA Y FUE LLEVADA A FRANCIA POR LOS MANDOS DEL GOBIERNO DE LA REPÚBLICA.
El suceso de la desaparición de la Virgen de Covadonga de la Santa Cueva movilizó a gran parte de la población española, quien mostró su honda preocupación al temer perdida la talla de la Santina que el Cabildo de la catedral de Oviedo había donado en 1778. Afortunadamente apareció en la primavera de 1939 en la embajada Española de París. Terminada la Guerra Civil se hicieron cargo del edificio las autoridades del bando nacional. Allí apareció, entre otras cajas almacenadas, una en la que en su rótulo exterior se podía leer la siguiente inscripción: “Virgen de Covadonga”.
Según el relato del padre claretiano Joaquín Aller, Director de la Misión Española en París, un joven que prestaba sus servicios en la embajada se presentó ante él y le comunicó que entre los objetos llegados de España estaba la Virgen de Covadonga, dentro de una caja. Las palabras textuales dichas por aquel joven, según el religioso fueron: “Soy un comunista asturiano…Es el caso que la Santina asturiana, Patrona de mi tierra, está entre otros tesoros artísticos, almacenados en la embajada. Esta va a ser evacuada, y yo no quiero que esta imagen tan querida sufra más ultrajes…Está guardada dentro de una caja, cuyo lugar conozco, y no me sería difícil dar con ella sin que lo advirtiesen”.
El sacerdote le aconsejó que antes de que las nuevas autoridades se hicieran cargo de la embajada recogiera la caja donde se encontraba la Virgen y la guardara en un lugar seguro. Decidió entonces sacarla del lugar en el que estaba con el resto de los objetos y la preservó, escondiéndola en un local que había junto al ascensor del que sólo él tenía la llave. De este modo aquel joven evitó que fuese destruida o llevada a otro lugar por los anteriores mandatarios del gobierno republicano.
Al conocerse la noticia de la aparición de la Virgen de Covadonga fue tan grande la emoción del pueblo asturiano que rápidamente se transmitió la noticia por la provincia y por todo el territorio español.
El día 11 de junio de 1939 entraba triunfalmente en España la imagen de la Santina. La ciudad de Irún se disponía a recibirla con una extrema exaltación de religiosidad: las calles estaban engalanadas… volteaban las campanas. La muchedumbre congregada la recibió de rodillas y con una ovación inenarrable.
El mismo entusiasmo suscitó la Santa Imagen en San Sebastián, Loyola, Mondragón, Vitoria, Valladolid, y León. El día 13 llegaba a Asturias entrando por Pajares. El recibimiento fue indescriptible. Pasó nueve días en la Catedral de Oviedo, visitó Gijón, Avilés y un sinfín de pueblos hasta la llegada a Covadonga, donde con gran entusiasmo se volvió a entronizar en la Santa Cueva.
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REFORMAS DE LA CAPILLA DE LA SANTA CUEVA
TRAS EL FATAL INCENDIO DE 1777, NO ES HASTA EL AÑO 1874 CUANDO SE VUELVE A CONSAGRAR UNA NUEVA CAPILLA EN LA SANTA CUEVA. DISEÑADA POR EL ALEMÁN ROBERTO FRASSINELLI FUE REALIZADA EN MADERA ESTUCADA Y POLICROMADA. SU FACHADA CONSTABA DE TRES ARCOS E IMITABAN AL ESTILO PREROMÁNICO ASTURIANO. SOBRE ÉSTOS APARECÍAN REPRESENTADAS LAS TALLADAS DE LOS DOCE APÓSTOLES.
La aspiración constante del Cabildo fue siempre establecer una reforma de manera que, conservando la Cueva su estado primitivo, sirviera de templo natural a la imagen de la Virgen. Y ninguna de las reformas que se había proyectado hasta entonces llenaban estos deseos.
Terminada la guerra civil inició el Cabildo constantes gestiones cercanas al Gobierno nacional pidiendo ayuda para reparar los daños en Covadonga y sobre todo para emprender la restauración de la Santa Cueva. Se creó un Patronato Pro-Covadonga el cual solicitó el informe de las Reales Academias de San Fernando, de la Historia y de la Dirección General de Bellas Artes.
El Patronato encomendó al arquitecto asturiano Luis Menéndez Pidal, que hiciera el proyecto de reforma de la Cueva con arreglo al informe dado por las academias. Pronto dieron comienzo las obras tal como se contempla en la actualidad, desde el túnel hasta la actual forma de la misma Cueva. En el interior se construyó una Capilla-Sagrario de estilo neorománico con cubierta de madera de policromada y dorada por el Valenciano Juan García Talens.
En su espadaña se colocó una campana donada por el ayuntamiento de Gijón y fundida en los talleres Adaro en dicha villa. Lleva, entre otras, la siguiente inscripción: “Llamo al peregrino a la morada Santa María de Covadonga, inspiradora de Pelayo, Rey de Gijón” En los muros del interior de la Capilla-Sagrario se encuentra grabada la siguiente leyenda: “De la Madre la victoria y del hijo el aliento para el camino pues los alimentó con flor de trigo y con miel de la roca”
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LA VISITA DEL PAPA JUAN PABLO II
La visita de un Papa ha sido uno de los hechos más relevantes y que mayor impulso religioso dieron al Santuario. Tuvo lugar el 20 y 21 de agosto de 1989, fecha en la que presencia de Juan Pablo II en Covadonga, constituyó la primera visita efectuada por un Sumo Pontífice, marcando un hito en la historia de la Iglesia asturiana y el despegue turístico de toda una comarca que hoy vive a expensas del Real Sitio.
Previamente, en 1954, Ángelo Giuseppe Roncalli, futuro Juan XXIII y por entonces Cardenal Patriarca de Venecia, también se había postrado ante los pies de la Santina tras desviarse de su ruta hacia Santiago de Compostela. Tras peregrinar a ese mismo lugar llegó a Covadonga Juan Pablo II, quien quiso visitar pastoralmente la iglesia de Asturias. Tras llegar al “aeropuerto de la Morgal”, donde celebró una multitudinaria Eucaristía, visitó la Casa Sacerdotal y el Seminario, antes de peregrinar a Covadonga.
Al llegar al Santuario le estaban esperando en la explanada de la Casa de Ejercicios el Cabildo del Real Sitio, un pequeño grupo de gente y niños de Covadonga, entre los que se encontraban los chicos de la Escolanía.
Al día siguiente se reunió con el Patronato del Real Sitio y Gruta de Covadonga en la antigua Colegiata, subió seguidamente a la Santa Cueva y ante la imagen de la Santina oró largamente recitando al final una hermosa plegaria. Antes de salir depositó en la mano derecha de la Virgen un rosario de oro y nácar que hoy es conservado en el Museo del Santuario.
A las diez de la mañana del 21 de agosto celebró una Solemne Eucaristía en la explanada de la Basílica ante miles de fieles llegados desde los más diversos lugares del mundo. Con él concelebro toda la Conferencia Episcopal Española y una gran representación del Presbiterio Diocesano.
En su homilía llegó a decir frases como las siguientes:
“Así, Covadonga a través de los siglos, ha sido como el corazón de la Iglesia de Asturias. Cada asturiano siente muy dentro de sí el amor a la Virgen de Covadonga, a la Madre y Reina de nuestra montaña, como cantáis en su himno”.
“La Virgen de Covadonga es como un imán que atrae misteriosamente las miradas y los corazones de tantos emigrantes salidos de esta tierra y esparcidos hoy por lujares lejanos”.
“Covadonga es además una de las primeras piedras de la Europa cuyas raíces cristianas ahondan en su historia y en su cultura. El reino cristiano, nacido en estas montañas, puso en movimiento una manera de vivir y de expresar la existencia bajo la inspiración del Evangelio.
Por ello, en el contexto de mi peregrinación jacobea a las raíces de la Europa cristiana, pongo confiadamente a los pies de la “Santina de Covadonga” el proyecto de una Europa sin fronteras, que no renuncie a las raíces cristianas que la hicieron surgir. ¡Que no renuncie al auténtico humanismo del Evangelio de Cristo!”.
Una vez finalizada la ceremonia, el Papa, volvió a acercarse hasta la Santa Cueva para postrarse de nuevo en oración ante la Virgen, antes de subir a conocer los lagos Enol y Ercina.
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LAS RELIQUIAS DE S.MELCHOR Y S. PEDRO POVEDA EN COVADONGA
EL ARZOBISPO DE OVIEDO, EL DR. D. GABINO DÍAZ MERCHÁN, PRESIDIÓ EL DÍA 10 DE MAYO DE 1997, EN COVADONGA, UNA SOLEMNE EUCARISTÍA CON MOTIVO DE LA RECEPCIÓN, POR PARTE DEL CABILDO COLEGIAL, DE LAS RELIQUIAS DE SAN MELCHOR Y DE SAN PEDRO POVEDA, QUE SE UNIRÍAN A LAS DE LOS SANTOS PADRES DEL SIGLO V, SAN ATANASIO Y SAN BASILIO.
Las reliquias de San Melchor, cuyos restos descansan en la capilla de Covadonga de la Catedral de Oviedo, han sido donadas por el Cabildo Catedral Ovetense.
Las de San Pedro Poveda, canónigo de Covadonga entre los años 1906 y 1913, y fundador de la Institución Teresiana, se encontraban en la casa que la citada Institución tiene en Los Negrales (Madrid), donde reposan sus restos.La arqueta, realizada por el orfebre Carlos Álvarez, imita en dimensiones y formato a la Caja de las Ágatas que se conserva en la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo. Mide unos 40 x 30 cm. y lleva grabada la Cruz de la Victoria y la corona de la Virgen. También está embellecida con elementos decorativos simbólicos, como una corona de laurel, símbolo de la victoria y una palma, símbolo de los mártires.
Con la recepción de las reliquias y la instalación del nuevo arca se dieron por finalizados los trabajos de remodelación del Presbiterio de la Basílica de Covadonga al que se ha reubicado, en uno de sus laterales, la bellísima Imagen sedente de la Virgen realizada por Juan Samsó, colocado un nuevo ambón, una Cruz de la Victoria y se ha rectificado la base del altar.
Finalmente, en el año 2001, conmemorando el Centenario de la Consagración de la Basílica se inauguró el nuevo órgano fabricado por el taller Acitores, Organería y Arte, de Torquemada (Palencia).