La bruma acaricia piedras antiguas, en Covadonga. Piedras donde se posaron vidas de hombres y mujeres abrumados por el peso de tantas experiencias distintas. Algunas entregadas a la espera de un horizonte de luz mañanera, tras tanta bruma que, para muchos, tal vez, seguiría siendo la cortina de un despertar oscuro. Pero, para algunos, no para todos.ste miércoles se celebraba el segundo día de la Novena a la Santina, y llegó gente que camina sobre piedras más antiguas que las que sostienen el Santuario. Gente que se mueve esperando. Aguardando una esperanza firme como solo el cielo sabe serlo. Esas personas, procedentes de todos los rincones de Asturias, fueron acompañados por el Arzobispo, don Jesús, y con él el abad del Santuario, don Adolfo, y también otros muchos sacerdotes que son padres y hermanos de los que, esperando, no se quedan en sus casas, aunque haya bruma. Llegaron desde Gijón, en silla de ruedas, dos señoras impávidas de las que no se puede no sonreír al recordarlas, y junto a ellas, de otro sitio, llegó también sobre dos ruedas, pero en moto, no en silla, un cura de barba algo larga y pelo rizado, que habló con todos de la Virgen, y en nombre de todos, casi sin hablar, le habló a la Virgen. Don Miguel del Campo partió la palabra como se parte el pan en una mesa de campo. De manera que cada uno pueda disfrutar de su ración, alimentando su razón y corazón con un manjar consistente y no obstante ligero. El bien que pueden hacer las palabras de un cura joven que sabe rezar y tiene el valor de pedirle a la gente –y a sus compañeros– que recen más, solo dos señoras en silla de ruedas, con su cansancio apagado y su alegría en los ojos, pueden testimoniarlo. La liturgia de este segundo día proponía el evangelio de la visitación de María santísima a su prima Isabel, ese pasaje donde se desvela el paisaje propio de lo Eterno, como lo que sabe sobrar de las vírgenes y estériles; de las que, en fin, faltan de lo básico para ser cauces de vida. Vida que, no obstante, las atraviesa y sobrepasa. Porqué, “allí donde más falta nos hace, propio en aquellas partes de nosotros que descartaríamos, con aquella persona que no quisiéramos encontrar, justamente allí Dios ha pensado venir a nuestro encuentro para salvarnos.”